viernes, 14 de noviembre de 2014

El edificio Atzavares. Un espacio sin identidad universitaria.


«La existencia de edificios bien diseñados en un campus es un factor significante para el aprovisionamiento de estudiantes y contratación de personal». 
Design with Distinction: the value of good building design in higher education,
CABE (Commission for Architecture and the Built Environment of England), Inglaterra, Marzo de 2005


En el año 2005 la extinta Commission for Architecture and the Built Environment británica —de carácter gubernamental, desde 2011 fusionada con el Design Council, y que vendría a denominarse en castellano como la ‘Comisión para la Arquitectura y la Edificación Ambiental’—, publicó un interesante estudio sobre la importancia del diseño arquitectónico en la educación superior que titularon Design with Distinction. En él se recogían datos de campo, a través de encuestas y observaciones, cuantitativos y cualitativos sobre el impacto del diseño de varias universidades de Inglaterra, tanto en los alumnos como en el staff, el personal, de cada una de ellas. 

En las encuestas realizadas en este estudio de la CABE, aproximadamente el 60% de los estudiantes y personal indicaron que la calidad del diseño de los edificios tenía un impacto relevante en su decisión por estudiar o trabajar en una u otra universidad. Entre el personal, los docentes, con un 65% de respuestas positivas, indicaban un mayor impacto del diseño en sus decisiones para ejercer en una universidad. Por otra parte, entre el alumnado, los estudiantes de posgrados fueron los que indicaron un mayor impacto en este sentido, con un 72% de respuestas positivas. 

Estos datos son suficientes para la translación del estudio a tierras españolas, pues las cifras son lo bastante significativas como para obviarlas por la distancia y la universalidad del tema estudiado puede informar de casos muy similares en cualquier punto del planeta. En el caso español, y más concretamente en el levante mediterráneo, el boom urbanístico vivido a partir de los años 90 debió ignorar cualquier estudio de campo en referencia al diseño arquitectónico a la hora de la edificación en algunas universidades. Es el caso de la UMH, la Universidad Miguel Hernández de Elche, donde la armonía entre espacios parece brillar por su ausencia. Con un motivo de diversidad —a mi parecer ilusorio—, se optó por la edificación autónoma de facultades y espacios anexos. Dicha ‘diversidad’ ha fagocitado varios aspectos imprescindibles en cualquier universidad: el sello de identidad unitaria y su relación con la propia ciudad. 

Más particularmente, dentro de la UMH de Elche, encontramos el edificio Atzavares, en el que estudian y transitan los alumnos y profesores de Periodismo y Comunicación audiovisual, entre otros. Sirva este edificio como ejemplo idóneo para desarrollar este breve concepto sobre la importancia del diseño arquitectónico de interiores —en este caso—, en el impacto diario de sus usuarios. Una importancia que en el caso de la edificación del edificio Atzavares, en pleno éxtasis urbanístico, debió omitirse, o, al menos, eso es lo que se deduce tras habitar un tiempo por sus cuatro pasillos.

Ya se ha comentado la incoherente premisa de la diversidad sobre la identidad del diseño arquitectónico global de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Sin embargo, es en sus espacios particulares, interiores de cada edificio, donde tanto alumnos como personal ejercen a diario. Y es en estos espacios interiores, donde es aún mayor la sensación de falta de identidad universitaria.

La necesidad de una armonía en el espacio interior del edificio Atzavares, entre la funcionalidad del diseño arquitectónico y la escasa identidad universitaria, se hace evidente a diario. La estructura es uniformemente cuadrada. Consta de cuatro pasillos equivalentes y de igual diseño. Estos pasillos son amplios, pero tan solo iluminados por un patio interior que no abarca a los cuatro. No hay ni un mínimo motivo de identidad universitaria, más allá de lo expuesto en los paneles de información y tablones de anuncios. 

Las siguientes fotografías, realizadas en cada uno de los pasillos desde un punto equidistante, muestran el ‘aburrimiento’ del diseño interior, siendo los cuatro pasillos exactamente iguales. Si a esto le añadimos la carencia de señales —desde el punto de vista fotografiado— que indiquen que estamos ante un pasillo con aulas, estas instantáneas bien podrían pertenecer a otros ámbitos: un hospital, un juzgado, etc. 


Los cuatro pasillos del edificio Atzavares de la UMH de Elche.
             

Afirmaba el arquitecto y diseñador suizo Le Corbusier que «la arquitectura se desarrolla en el tiempo y en el espacio. No se ve de una vez, se mira recorriendo, dándose vueltas». Una vez analizado el espacio interior del edificio Atzavares, no es sino el tiempo el que desvela su carencia más importante: la falta de espíritu. Solo con habitar por un breve tiempo los pasillos del edificio se constata esta carencia que se presume eterna tras el uso diario del mismo. 

Como conclusión, se podría afirmar que el edificio Atzavares es un edificio sin identidad universitaria. Un edificio a cuyo espacio interior solo el hecho de estar ubicado en referencia con el resto de edificios de la UMH le dota de una significación unitaria (que tampoco universitaria). Un edificio cuyos interiores necesitan luz artificial en horario matutino, en muchos puntos de su, sin embargo, pequeña dimensión espacial. Un edificio con unos pasillos que por su diseño ‘aburrido’ invitan a perderse, literalmente, a pesar de contar solo cuatro. En definitiva, un edificio sin identidad ni espíritu universitario que sufren a diario alumnos, docentes y personal administrativo.

Javier Ballesteros


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